RV: ¿Cuándo empezó usted a escribir poesía? Y ¿Quién le otorgó el gusto por la literatura?
PR: Si le parece, empezaré por el final. En mi grupo de amigos de juventud se «traficaba» con Julio Verne, Isaac Asimov, Salgari, etcétera… Si querías ser parte de las conversaciones —y de los intercambios de libros— tenías que estar al día. Aunque quizá, la contribución más importante vino del Bibliobús, en mi barriada en Málaga, los sábados venía un autobús-biblioteca que era un proyecto de la Diputación provincial de Málaga, y nos traían la literatura infantil y juvenil a la calle de al lado, cómo no disfrutar de ese lujo.
Paso a contestar su primera pregunta: Mi mujer quería asistir a un curso de Poesía con Marina Tapia en el Ayuntamiento de Huétor Vega y por razones logísticas, me tocaba a mí llevarla y recogerla en coche, así que me inscribí con ella y… ahí empezó todo.
RV: ¿Cuáles han sido sus incursiones más inverosímiles en el campo de la literatura?
PR: Siempre me ha interesado el mundo de la literatura erótica y subiendo… El caso es que abordé un texto privado que gustó entre mis amigos, entre ellos Victor Gallardo, de Baker Street, quien me pidió más. Inventé un personaje, lo doté de vida y escribí bajo el seudónimo de Raquel Tartesos, «La propiedad conmutativa» (Baker Street 2023). No apto para menores ni para mayores remilgados. Fue toda una experiencia dar vida a una mujer simulando ser una mujer quien daba voz a esa vida.
RV: Vamos a hablar de su inspiración. ¿Cuáles son los modelos de poetas que le dieron ganas de escribir poesía?
PR: José Hierro, Mario Benedetti y Miguel Hernández. No necesariamente en ese orden.
RV: Tres poetas que recomendaría leer al público
PR: Me va a permitir que en esta ocasión no hable de los más famosos. Quiero hablar de personas que escriben a pesar de las vicisitudes de la industria editorial, poetas que son amigos, que forman parte de mi círculo de amigos. Otra vez, no necesariamente en ese orden: Jesús Amaya, Carmen Salas, José Antonio Corpas.
Me gustaría que esta respuesta sea una invitación a leer a los contemporáneos, a quienes sortean los obstáculos que impone la industria editorial contemporánea, a aquellos que editan y, a la vez, se muestran cercanos. Quiero decir, no elitistas. Es una postura que me parece tan ridícula que huyo de esas personas y… ¡tan a gustito, oiga!
RV: ¿Cuáles son los temas más relevantes que introduce usted en su poesía y por qué?
PR: Mis poemas giran, por regla general, en torno a dos ejes: la poesía social y la observación de lo cotidiano. En la poesía social trato de denunciar todas las injusticias que, según mi criterio, se nos presenta en estos tiempos donde el capitalismo atroz socava la realización de la persona. Lastimoso especialmente si eres joven.
Como los aspectos de ciencia y de matemática están muy presentes en mi cotidianidad, no puedo —ni quiero—, evitar incluirlos como expresión particular de mi forma de entender la vida.
RV: ¿Qué poema de su creación recomendaría leer y por qué?
PR: Permítame tres. No sé qué dedo cortarme que no me duela, porque todos son como hijos para mí: «Futuro de subjuntivo», «La luz de mi casa» y «Tú no sabes nada».
RV: Para terminar nuestra entrevista, ¿cómo resumiría su creación poética, en algunas palabras?
PR: ¡Qué difícil pregunta! Digamos que escribo sobre lo que creo que puedo observar desde un punto de vista distinto, diferente… Mi contribución, de momento, siempre está asociada a antologías que editan los distintos grupos poéticos a los que pertenezco. No descarto, no obstante, publicar en solitario, aunque no tengo prisa.
No me agradan quienes escriben retorciendo el lenguaje en aras de una supuesta belleza, a la que se puede llegar —y no siempre— a pesar de correr un velo sobre el mensaje que quieres transmitir. Mi propuesta de poesía tiene que ser clara, con un lenguaje cotidiano y sencillo, aunque aquello que se está diciendo sea más elevado. Consideraré un fracaso si alguna vez alguien tiene que buscar una palabra de un poema mío en el diccionario. !Que se entienda, por dios, que se entienda!