Dicen que el arte es subjetivo, pero lo que nadie te cuenta es que a veces también es un verdadero desastre... ¡y de los graciosos! Imagínate a un joven Picasso sentado frente a su lienzo, desesperado porque sus figuras geométricas están un poco más... abstractas de lo esperado. "No es cubismo", susurra para sí, "es que el pincel se me resbaló". ¿Y qué hay de Dalí? ¿Quién le explicó que los relojes no se derriten por defecto? Quizás en su mente surrealista pensaba: "La gente confunde un reloj derretido con falta de tiempo, pero yo... yo veo creatividad líquida".
Luego está Van Gogh, que un día se sentó a pintar un paisaje, pero al darse cuenta de que el sol le estaba arruinando la paleta de colores, decidió pintarlo de noche y lo llamó "Noche Estrellada". Se dice que al terminar, sus palabras exactas fueron: "Mejor me dedico a las estrellas, porque los girasoles me miran raro".
Sin olvidar a Frida Kahlo, que una vez bromeó diciendo que su mono y su venado le daban más consejos de vida que cualquier humano. "Ellos siempre están ahí para escuchar mis penas y no critican mis cejas", comentaba entre risas mientras pintaba su propio autorretrato, uno que solo ella podía interpretar al 100%.
En el fondo, el arte es así: una mezcla de seriedad y desparpajo. Porque, al final, ¿quién necesita perfección cuando puedes tener un cuadro que derrite relojes, juega con estrellas y desafía la gravedad, todo con una sonrisa irónica en el rostro?